Es la cuarta ocasión en la que la leyenda africana actúa en el festival oscense y constató por qué es una de las figuras más queridas que han pasado durante estas 30 ediciones, con un concierto imponente
Los conciertos del reconocido artista de Malí son algunos de los mejores recordados en los 30 años de existencia del festival oscense (1994, 2006 y 2013) y con el imponente directo ofrecido ayer habrá que sumar una nueva muesca. Y, junto a la portentosa actuación de la banda del Congo Kokoko!, los sonidos africanos volvieron a resonar y conquistar el Valle de Tena.
La llamada “voz de oro africana” celebró hace poco su 50 aniversario de carrera artística, pero con 73 años se mantiene vigoroso, con una sosegada pero grandiosa presencia escénica. Porque las tablas flotantes de Lanuza las conoce bien, sin duda uno de los lugares en las que figuras como él alcanzaron el reconocimiento en España. Ataviado con túnica dorada y con su característica piel albina, casi se alzaba como un Dios divino sobre las aguas de Lanuza. Y es que, con lo acontecido a continuación, solo faltó despedirse caminando sobre ellas.
Con una voz que se elevaba sobremanera sobre el Anfiteatro y acompañado con una multitudinaria banda, con coristas, percusión, coras y guitarra, armó un setlist atípico, centrado en discos relativamente modernos, pero con el que entregó una de las mejores actuaciones que se recuerdan del de Malí. Con “Mama”, “Dery” y “Yamore” ya desplegó sus mejores armas: una sección rítmica que se movía cómodamente entre el afrobeat y el funky (incluso casi disco en “Lavan”); un guitarrista potente, rockero, pero imaginativo; dos coras a pleno rendimiento; y las hipnóticas voces de las dos coristas. Y en medio de todo, Salif Keita, inmenso. Porque si había dudas de su estado de forma, a mitad de concierto se plantó en medio del escenario, él solo con su guitarra y su voz. Otro de los momentos del 30 aniversario.
“Manquer” arrancó con un potente riff de guitarra, para luego cobrar el protagonismo una de las coristas. Brazos al aire, comunión con el público total y un crescendo casi infinito. Y casi, porque la recta final fue un tour de force rítmico en el que todos tuvieron su protagonismo, cerrando con una espectacular “Madan” con la que casi tocaron el cielo. “Nous pas bouguer”, en los bises, cerró un concierto que certifica que a una de las grandes estrellas de la música africana aún le queda mucho que decir.
Kokoko! se estrenaron hace cinco años en el escenario de Sallent de Gállego y fue una de las actuaciones más memorables de aquella edición. La banda liderada por Xavier Thomas -conocido también como Débruit- es una batidora de estilos que tritura sin miramientos el punk, la música disco, la electrónica y los ritmos más tribales propios de África. La República Democrática del Congo es un país del que surgen algunas de las propuestas más interesantes y arriesgadas del momento y Kokoko! es un buen ejemplo de ello, como demostraron una vez más, en esta ocasión en el escenario flotante de Lanuza.
Uniformados con su inseparable mono de trabajo amarillo, abrieron su show bajo un ambiente oscuro e inquietante que terminó convirtiéndose en una sesión electrizante y enérgica. Su amalgama de voces, loops y percusión hizo bailar sin freno al público, que volvía a rendirse a una propuesta ubicada entre el primitivismo africano y el afrofuturismo.